La historia de la familia Cuevas-Solís, es una de esas historias genealógicas que atrapa desde el principio aunque no sea de ascendencia directa sino colateral. ¿Quiénes fueron los Cuevas Solís? Pongamos un poco de contexto. La historia comienza con mi tatara-tatarabuelo Martín Solís Puerto (1804 – 1854) y su mujer Rosa Gallego Rodríguez (1803 – 1861). Del matrimonio Solís Gallego nacieron seis hijos: Vicente, mi tatarabuelo (1825); Mª del Carmen (1828); Antonia (1829); Joaquín Diego (1830); Hipólito (1833) y Josefa (1838). La historia que sigue tiene que ver principalmente con el mayor de los hermanos, Vicente, la menor Josefa y la descendencia de esta.
Corría el año de 1853 en Mérida (Badajoz). Martín Solís ejercía como barbero-sangrador a caballo entre el Hospital de San Juan de Dios y posiblemente alguna de las barberías particulares situadas en torno a la Plaza. Su hijo Vicente, era el barbero oficial de la Casa de Dementes (lo que fue manicomio municipal) desde su fundación en 1842. La familia residía en la calle Santa Olalla a excepción de Antonia que acababa de contraer matrimonio con el carpintero Luis Cuevas Escudero y se instalaron en la cercana calle de Santo Domingo.
En julio de 1854 nacería el primer hijo de Luis Cuevas y Antonia Solís al que pusieron por nombre Rufino. Transcurrieron solo tres meses cuando Martín debió ser llamado de urgencia al Hospital para colaborar en el cuidado de los enfermos víctimas de la epidemia de cólera que asolaba esos años el país. Y cayó. Martín, moría el 5 de octubre de 1854 víctima de cólera en el Mismo Hospital en el que debía trabajar de forma puntual. Aún tuvo la suerte de conocer a su nieto Rufino por tres meses. No pasó ni un año y el cólera-morbo volvió a llevarse una vida en las familias Solís-Gallego-Cuevas. El día 1 de octubre de 1855, Antonia, de tan solo 26 años, moría dejando viudo a Luis Cuevas y huérfano de madre a su hijo Rufino de apenas un año.
Pasó poco tiempo hasta que Luis y Rufino se instalaron en casa de los Solís Gallego y allí permanecieron al menos hasta 1861. Precisamente este año, los dejaba la matriarca, Rosa Gallego, que había sobrevivido a su marido Martín Solís seis años en los que el mayor de los hijos, Vicente, ocuparía el lugar de su padre al frente de la familia y también del Hospital.
Entre 1861 y 1870 se pierde el registro de empadronamiento en el Archivo Municipal de Mérida por lo que no podemos seguir la pista de la familia Solís-Gallego-Cuevas. Pero es precisamente entre 1862 y 1864 cuando Vicente Solís Gallego se instaló en Madrid para actualizar su acreditación para ejercer profesionalmente. Estudió dos cursos en la Facultad de Medicina de la Universidad Central para obtener su título de practicante haciendo sus prácticas en el desaparecido Hospital de la Princesa y en el General. Una vez obtuvo el título, volvió a Mérida.
Portadilla del Expediente y Hoja de Servicio del Topógrafo 1º Luis Cuevas Escudero. Fuente: Archivo Histórico del Instituto Geográfico Nacional.
Padrón de Habitantes de Mérida, año 1857, calle San Andrés. Fuente: Archivo Municipal de Mérida. Legajo 256, C-3.
Portadilla del Expediente matrimonial de Josefa Solís Gallego y Luis Cuevas Escudero, 1878. Parroquia de Santa María la Mayor de Mérida.
Nuevamente, tenemos datos de empadronamiento en 1871, año en el que Luis Cuevas no vive en la casa familiar. Sí lo hace Vicente con su reciente esposa Adelaida Marta López y el hijo de ambos Luis Solís Marta, mi bisabuelo. Tres años después tampoco están Josefa ni Rufino. Sin embargo, llegado el año 1876 vuelven a registrarse con la familia Luis y Josefa, y no solo eso, si no que tienen un hijo en común al que han llamado Martín. En el tiempo transcurrido entre 1871 y 1876, Luis Cuevas se ha convertido en Topógrafo 1º del Instituto Geográfico Nacional, se ha casado con su cuñada Josefa y han tenido su primer hijo curiosamente nacido en Villamartín (Cádiz) el 20 de enero de 1873.
Por su parte, Rufino, el primer y único hijo que tuvo Luis con Antonia ingresó en el ejército el 4 de agosto de 1875 hasta 1882 que dio el paso al cuerpo de la Guardia Civil. Entrada la década de 1890, la familia Cuevas Escudero vive de forma permanente en Madrid. Concretamente en marzo de 1891 según figura en el expediente profesional de Luis Cuevas, este se presentó al Negociado 3º de la Dirección General procedente de la región de Albacete donde prestaba sus servicios desde mayo de 1884. La residencia en Madrid la tienen establecida en 1891 en la calle de la Palma Alta nº35 (Barrio Dos de Mayo).
Hacía tan solo dos años (1889), todavía en Mérida, que había fallecido Vicente Solís Gallego y fue a raíz de esta pérdida que la familia Solís Marta decidió trasladarse a Madrid. Dos pueden ser los motivos: el primero, que Adelaida, viuda de Vicente, decidiera finalmente solicitar la pensión por orfandad de su fallecido padre Pedro Marta Fuentes, antiguo capitán de la Guardia Civil fallecido en 1868; el otro motivo, es que, tanto Adelaida como sus hijos Luis, Adela, Antonia y Ernesto decidieran unirse a los tíos Josefa y Luis que ya conocían la capital y con su acompañamiento pudieran rehacer sus vidas. Pero llega el 25 de marzo de 1896 y Luis Cuevas Escudero fallece en su casa de la calle Monteleón nº18 cuarto 3º a causa de una hernia. Fue inhumado en el Cementerio Sacramental de San Justo en una sepultura compartida de la 3ª Sección de Santa Gertrudis.
La vida continuaba para la familia Cuevas-Solís y en diciembre de 1900 Josefa y sus hijos Martín y Luis Cuevas, vivían en la calle San Hermenegildo nº10, cuarto 1º. Martín, el mayor, trabajaba en el Ministerio de Haciencia, y su hermano Luis, todavía era estudiante. Y esta iba a ser la última pista de Josefa y sus hijos, pues en el Padrón de Habitantes de 1905 ya no están registrados en Madrid. En un primer momento, pensé que habría muerto antes de 1905 aunque tenía mis dudas, ya que en el registro de empadronamiento de 1895 hay una nota al margen que da noticia del fallecimiento de Luis Cuevas al año siguiente, lo que hace pensar que se hubiera hecho lo mismo en el padrón de 1900 si Josefa hubiera fallecido entre 1900 y 1905. Las preguntas se multiplicaban: ¿Cuándo y dónde murió Josefa Solís Gallego? ¿Dónde fueron sus hijos Martín y Luis? ¿Volvieron todos a Extremadura a reencontrarse con sus orígenes y quizás con Hipólito que nunca salió de Mérida?
Dejé por un tiempo esta línea de investigación para centrarme en otras sin pensar que un día, inesperadamente, iba a hacer un hallazgo genealógico clave. Estaba haciendo consultas por varios apellidos de mi genealogía en la web de la Biblioteca Virtual de Prensa Histórica hasta que llegué a mi tatarabuelo Vicente Solís Gallego. Puse sus apellidos entrecomillas en el buscador y para mi sorpresa, el primer resultado que aparece es de su hermana Josefa. Más de siete años después de haber quedado sin respuestas sobre el destino final de Josefa, encontré su esquela en el Diario Imparcial La Rioja, de Logroño.
Este hallazgo ha sido de suma importancia, pues me ha permitido responder a muchas de las preguntas para las que no conseguía respuesta. Primero el lugar y la fecha de fallecimiento de Josefa: 4 de febrero de 1915 en Logroño. Segundo: las hijas políticas de Josefa, o dicho de otro modo, las mujeres de sus hijos Rufino, Martín y Luis. Verdaderamente, Rufino no era su hijo si no su sobrino, aunque en la esquela aparece como hijo. Estas eran: Fulgencia Caballero, Luisa Calvo y Pilar Bada. Tercero: figuran los nombres de los nietos, y no fueron pocos, hasta doce. Por otra parte, pensé en realizar la misma búsqueda pero para Rufino Cuevas, y nuevamente me llevé otra sorpresa: encontré en un diario local de Cáceres la noticia de su fallecimiento e inscripción civil en el Registro de Cáceres en 1930.
Esquela de Josefa Solís Gallego. 5-II-1915. Diario Imparcial La Rioja. Fuente: Biblioteca Virtual de Prensa Histórica.
El nombre de las nueras de Josefa, aunque no podía asegurar los emparejamientos sí me permitía realizar búsquedas indiscriminadas cruzando los apellidos Cuevas-Caballero, Cuevas-Calvo y Cuevas Bada. De los tres, sólo ofreció resultado satisfactorio Cuevas Bada. Luis Cuevas Bada, hijo de Luis Cuevas Solís y Pilar Bada Frisón, nacido el 21 de octubre de 1912 en Logroño. Gracias a este hallazgo pude seguir la línea descendiente de Luis Cuevas Solís, así, su hijo Luis Cuevas Bada contrajo matrimonio con Laura Diarte Alpuente y tuvieron por hijo a Miguel Ángel Cuevas Diarte. Una búsqueda lleva a otra y ante la de este último, que sería bisnieto de Josefa, la sorpresa fue mayúscula: Miguel Ángel Cuevas Diarte, propietario del árbol genealógico que me facilitó seguir la línea descendiente, acababa de fallecer en abril de 2022.
En los más de 15 años que llevo dedicado a la investigación de mi historia familiar, he conocido historias y personas herederas de esas historias, que han dejado huella en mi. El hallazgo de la esquela de Josefa nos conectaba directamente con Martín Solís Puerto, nuestro antepasado común y a través de su nieto Luis Cuevas Solís, hijo de Josefa, nos conectaba con Miguel Ángel Cuevas Diarte, que además tuvo interés en sus antepasados y por eso construyó su árbol genealógico hasta su bisabuelo Luis Cuevas Escudero. Pudiera ser algo subjetivo, pero mi mirada hacia atrás, junto a la mirada hacia atrás de Miguel Ángel Cuevas, generaba un triángulo equilátero, figura geométrica que tenía como vértice a Martín Solís Puerto, nuestro antepasado común. Qué sorpresa la mía, cuando descubrí que Miguel Ángel Cuevas era geólogo y dedicó su carrera profesional al estudio de los minerales y la cristalografía. En sus conferencias y libros (Simetria: un passeig interdisciplinari, y Simetries de Barcelona), reflexionó incansable sobre el concepto de simetría. Lo hizo sobre los minerales, cómo no, pero también sobre el arte, la arquitectura, la música, la naturaleza, la literatura, la filosofía y otras tantas áreas de conocimiento. Muchas de esas disciplinas, marcan hoy también mi vida académica y profesional, principalmente el arte y la arquitectura. Ya nunca podré conocer al bueno de Miguel Ángel Cuevas pero que extrañamente siento tan cercano, como si hubiera llegado a conocerlo de verdad. Una lástima no poder ofrecerle toda la información que tengo sobre sus antepasados y haber podido conversar e imaginar juntos sobre la vida de los suyos y los míos, de los nuestros, en la Mérida del siglo XIX. Aprovecho este espacio para dedicar mi más sentido homenaje y reconocimiento a su persona.
Miguel Ángel, estés dónde estés, seguro que ya te has reunido con ellos. En algún momento nos reuniremos todos juntos.